Introducción

En la mayoría de los países que utilizan en la escuela obligatoria la expresión “enseñanza de las ciencias sociales” se sigue haciendo una enseñanza disciplinar centrada, en primer lugar, en la enseñanza de la historia; en segundo lugar, en la enseñanza de la geografía –las dos disciplinas tradicionales en nuestro currículo–, en la historia del arte –la mayor parte de las veces integrada a historia-, en la educación o formación cívica o para la ciudadanía y, a mucha distancia y con carácter muy minoritario y casi anecdótico, en otras disciplinas sociales separadamente.

(J. Pagés 2009 p.142).

Enseñar Ciencias Sociales implica reconocer que su enseñanza, de forma intencional o no,  transmite visiones acerca de la realidad social. Los docentes tenemos creencias, valores que fuimos construyendo, en tanto sujetos sociales que participamos de una comunidad con una cultura de la cual nos apropiamos y que funciona como marco de referencia desde el cual leemos el diseño curricular, seleccionamos contenidos, tomamos decisiones didácticas, etc.

Este posicionamiento acerca del objeto de estudio de las Ciencias Sociales orienta el  sentido y las definiciones acerca del: qué, para qué y cómo de la enseñanza.

Su explicitación es el punto partida indispensable para fortalecer o modificar nuestras prácticas áulicas. Por ello, es necesario volver a preguntarnos: ¿qué es la realidad social?, ¿qué la diferencia de la natural?, ¿por qué y para qué la enseñamos?