En la mayoría de las aulas, el cuerpo queda en pausa. Sentarse, quedarse quieto, levantar la mano… todo parece girar alrededor de la inmovilidad. Pero, ¿y si te dijera que moverse no solo no interfiere con el aprendizaje, sino que puede potenciarlo?
El cuerpo entra en la clase (ECEC) es un programa que busca transformar esa visión estática del aula. Su propuesta es clara: llevar el movimiento al centro de la experiencia educativa. No se trata de hacer ejercicio por hacer, sino de aprovechar el poder del cuerpo para mejorar la atención, la motivación y la calidad del aprendizaje.
¿Por qué es importante este tema para los docentes?
Porque el cuerpo no está separado de la mente. La neuroeducación lo ha demostrado: cuando nos movemos, activamos funciones cerebrales esenciales para la concentración, la memoria y la comprensión. Incluir dinámicas corporales dentro del aula puede ser la clave para revitalizar a los estudiantes después de tareas exigentes o prolongadas sesiones de trabajo.
Además, estas actividades no requieren salir del aula ni cambiar el currículo. Se trata de incorporar pequeñas acciones que le den al cuerpo un papel activo, ayudando a que el aprendizaje sea más significativo y participativo.

5 formas de integrar el movimiento en el aula
Reincorporar el cuerpo al aula no es una moda, es una necesidad pedagógica y neuroeducativa. El movimiento no interrumpe el aprendizaje, lo potencia. Al permitir que los estudiantes se expresen corporalmente, activamos su atención, su motivación y su bienestar. Esta transformación parte de pequeñas decisiones diarias que rompen con la inmovilidad y devuelven al aula una dimensión más humana, dinámica y significativa.
La incorporación del movimiento corporal en las aulas es una estrategia de aprendizaje en cualquier etapa educativa.