En un mundo que evoluciona a un ritmo vertiginoso, la educación debe ir más allá de la mera transmisión de contenidos. Necesitamos que nuestros estudiantes, además de saber, sepan hacer y pensar. Aquí es donde el concepto de Programar al Revés (Backward Design) se convierte en una herramienta pedagógica para fortalecer las Funciones Ejecutivas (FE).
En este artículo encontrarás cómo esta estrategia de planificación, popularizada por Grant Wiggins y Jay McTighe, nos permite diseñar experiencias de aprendizaje más enfocadas, significativas y que impulsan habilidades como la planificación, la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva en nuestros estudiantes.
¿Qué es programar al revés?
En el estilo de educación tradicional, la planificación didáctica comienza con la selección de actividades y recursos, para luego definir cómo se evaluarán y, finalmente, qué se espera que el estudiante logre. Programar al revés invierte este orden, obligándonos a pensar como un científico o un arquitecto, priorizando el propósito final.
El modelo se desarrolla en tres etapas clave:
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Etapas CLAVE:

Función ejecutiva en el docente: El docente se entrena la memoria de trabajo al mantener el objetivo final en mente, y el control de inhibición al resistir la tentación de “cubrir” contenido irrelevante.
Programar al revés es una filosofía de diseño curricular que prioriza el aprendizaje profundo sobre la cobertura superficial. Al iniciar tu clase con la pregunta ¿Qué van a comprender y demostrar? pasas de ser “cubridor de contenidos” a diseñador de experiencias de aprendizaje. ¡Te atreves a dar este paso!
Te comparto 5 tips que pueden ayudarte:
- Muestra a tus estudiantes el destino antes de presentarles la ruta. Cuando los estudiantes activan su memoria de trabajo al procesar la información pueden empezar a planificar.
- Diseña preguntas poderosas. Las preguntas poderosas evitan que los estudiantes se queden solo en la memorización (inhibición del pensamiento superficial) y fomentan la flexibilidad cognitiva al obligarlos a considerar conocimientos entre disciplinas y mantener el objetivo a la vista.
- Integra rúbricas como herramienta de autoregulación. Las rúbricas se convierten en mapas para la autorregulación. Cuando el estudiante revisa su propio trabajo y el de sus pares monitorea su desempeño, identifica las brechas entre el trabajo actual y el esperado, y ajusta (o planifica) sus siguientes pasos de manera independiente.
- Asegúrate de que las actividades de práctica sean pasos evidentes para llevar a cabo la tarea. Evita las actividades de relleno. Por ejemplo, si la tarea final requiere análisis de fuentes, las actividades de la clase deben ser prácticas y orientadas solamente al análisis de fuentes. Esto promueve la organización y permite una secuencia. Los estudiantes entienden que la clase del día no es un ejercicio aislado, sino una pieza clave para alcanzar el objetivo final.
- Brinda espacios de revisión y retroalimentación enfocados en la tarea final. Provoca pausas obligatorias para dar retroalimentación donde el estudiante pueda aplicar los comentarios y modificar su tarea antes de la entrega final. La posibilidad de revisar y mejorar su trabajo desarrolla la persistencia y flexibilidad cognitiva. Aprenden que el fracaso inicial es solo información necesaria para lograr el éxito final.
Fuentes de Consulta y Profundización
Wiggins, G., & McTighe, J. (2005). Understanding by Design. Association for Supervision and Curriculum Development (ASCD). (La obra fundamental sobre el Backward Design).
Dawson, P., & Guare, R. (2010). Executive Skills in Children and Adolescents: A Practical Guide to Assessment and Intervention. Guilford Press. (Relevante para la aplicación de FE en K-12).
Hattie, J. (2009). Visible Learning: A Synthesis of Over 800 Meta-Analyses Relating to Achievement. Routledge. (Referencia para la importancia de la claridad en la meta de aprendizaje y la retroalimentación).


