¿Alguna vez te has preguntado qué sucede en el cerebro de tus estudiantes (o en el tuyo) cuando surge una gran idea? La creatividad no es solo una chispa mágica que aparece de la nada: tiene una base científica. Y aquí es donde entra en juego la neurociencia.

Hoy sabemos que ser creativo no depende únicamente de un hemisferio del cerebro —ese viejo mito de que el lado derecho es el artístico y el izquierdo el lógico, ha sido superado por investigaciones más recientes—. La cierto es que la creatividad activa múltiples áreas en el cerebro, muchas de ellas relacionadas con la memoria, la emoción y la resolución de problemas.

Entender cómo funciona nuestro cerebro cuando somos creativos nos da una gran ventaja como docentes porque podemos estimular la creatividad de manera más consciente y eficaz en nuestros estudiantes.
Cada etapa del desarrollo, desde los primeros años hasta la adolescencia, tiene formas distintas de potenciar esa capacidad, especialmente en un mundo donde las tecnologías digitales impactan directamente la forma en que nuestros alumnos piensan, crean e imaginan.

¿Por qué es importante este tema para la comunidad educativa?

Recordemos que educar no es solo transmitir contenidos, es formar mentes que piensan, que crean y que son capaces de imaginar soluciones. La creatividad es una competencia clave que puede desarrollarse y fortalecerse con estrategias adecuadas.

5 tips para despertar la creatividad desde el aula

Cambia la rutina de vez en cuando. Introduce pequeñas variaciones en las actividades diarias. El cerebro responde positivamente a los desafíos nuevos, y esto puede activar conexiones creativas inesperadas.
Fomenta la curiosidad. Invita a tus estudiantes a hacer preguntas abiertas, investigar por su cuenta y compartir sus hallazgos. El asombro es un motor poderoso de la creatividad.
Incorpora actividades multisensoriales. El juego con movimiento, la música o las narraciones pueden estimular diversas áreas del cerebro.
Promueve el error como parte del proceso. La creatividad florece cuando se valora el intento y se aprende de él. Está bien equivocarse y aprender del error
Equilibra lo digital y lo analógico. Aprovecha las herramientas tecnológicas para crear, pero también reserva momentos para dibujar, escribir a mano, construir con materiales concretos o simplemente conversar.

Entender cómo funciona nuestro cerebro cuando somos creativos es una oportunidad para enriquecer la enseñanza con mayor intención. Al conectar la neurociencia con la práctica docente, podemos diseñar experiencias que estimulen la imaginación, la innovación y el pensamiento divergente. La creatividad no es un lujo ni un don exclusivo: es una capacidad que todos podemos cultivar, especialmente en nuestros estudiantes.

El aula puede ser el espacio donde la inspiración no solo nace, sino se fortalece.