¿Es lo mismo para un niño o joven leer El Diario de Gregg en comparación con un libro clásico de Rodríguez Macal, Homero, Austen o Asturias? ¿Cómo motivamos a un niño o un joven para que lea Carazamba si lo que le interesa son Los juegos del hambre? ¿Por qué perder el tiempo leyendo La Odisea?

Es probable que usted se haya planteado preguntas como las anteriores. Y es que, en estos tiempos, es muy frecuente que a los jóvenes les resulte aburrida la lectura de libros clásicos.

Mark Twain, con su humor negro, decía que un clásico es un libro que todos elogian pero que nadie lee. Esas palabras fueron una premonición para lo que se ve en la actualidad. Pero ¿qué tan importante será retomar la lectura de obras consideradas clásicas? Analicemos lo que dicen algunas personas.

Agustín Fernández, en la conferencia dictada en Guatemala, dijo que una de las funciones formativas del colegio era la lectura de los clásicos. Esa afirmación causa mucha reflexión por que uno se pregunta el porqué de la correlación entre los dos asuntos que menciona.

Italo Calvino en su libro Por qué leer un clásico, comienza proponiendo algunas definiciones de lo que constituye un clásico. Las concibe como obras que se prestan a incesantes revisiones e interpretaciones; que nunca terminan de decir lo que tiene que decir. Estos dos asuntos son argumentos para fundamentar la importancia de leer un clásico. ¿O acaso no necesitamos desarrollar habilidades de pensamiento crítico como las que pueden ser provocadas por las características mencionadas?

El crítico Sainte-Beuve escribió que lo importante de un clásico es que “nos devuelve nuestros propios pensamientos con toda riqueza y madurez (…) y nos da esa amistad que no engaña, que no puede faltarnos.”

Lo cierto es que los libros clásicos están allí, están presentes desde hace muchos años. A varios adultos les resultará familiar hablar de El Señor Presidente, La mansión del pájaro serpiente, Orgullo y Prejuicio, El Quijote de la Mancha, El principito, Los tres mosqueteros y otros. El tema es que estos libros ya no los leen las nuevas generaciones.

¿Cómo podemos motivar a los jóvenes para que lean algo que consideran desactualizado o no pertinente a su entorno? ¿Cómo hacer para que disfruten el lenguaje y estilos literarios a los que ya no están acostumbrados?

Aquí les proponemos algunas estrategias:

1) Los menores de edad pueden comenzar a leer obras clásicas adaptadas. El objetivo es motivarlos y facilitar la comprensión lectora cuando lean la obra original.

2) Narrar oralmente fragmentos o adaptaciones de libros clásicos. Esto se debe hacer aplicando técnicas de lectura oral en las que se dé importancia al tono de voz y a la realización de pausas. Por ejemplo, al leer algo de suspenso, previamente preguntar lo que sucederá, leer con entonación que casi haga vivir lo que se está leyendo; y aplicar otras técnicas.

3) Leer vinculando con la actualidad. Los libros clásicos tienen esa cualidad y por eso conservan su vigencia. Aun y cuando los estilos de redacción o formas literarias son diferentes, abordan temáticas importantes para la vida actual. El Señor Presidente lo escribió Asturias hace más de 60 años, ¿es muy diferente de lo que sucede ahora en países sometidos a dictaduras? ¿Hay hechos de funcionarios guatemaltecos muy semejantes a los que él narra?

4) Relacionar las obras con alguna película o videojuego. Varios libros clásicos han sido fuentes inspiradoras de una gran mayoría de películas e incluso videojuegos.

5) Leer los clásicos en el aula y en el hogar. Favorecer la discusión de lo que cada uno ha comprendido, lo que ha gustado, lo que ciertas situaciones le representan en su formación. Una lectura amena y crítica, bien mediada por un docente, incentiva la discusión y aplicación de valores claves en la vida de los lectores.

En resumen, leer un clásico no es excluyente de las múltiples ofertas de lectura disponibles. Sin embargo, como docentes debemos procurar que lo lean no solo por cumplir un canon literario sino por formación personal, literaria y cognitiva.

Editorial Piedrasanta comprende la complejidad que implica acercar la lectura de los clásicos a los jóvenes. Es por ello, que ha desarrollado guías que tienen la intención de motivar, facilitar la comprensión lectora y adoptar posturas críticas.